El rostro de mi marido se ensombreció.

—¡No lo va a conseguir! —gimió a mi lado.

A medida que los personajes se acercaban a la escena final del último episodio de la temporada, Kamron estaba que se caía del sofá. Era una de esas series complicadas y misteriosas que, a la vez, parecía importante, con muchos símbolos, referencias ocultas y metáforas. Yo había visto algún que otro episodio con él durante la temporada, pero siempre sentía que me dejaba con más preguntas que respuestas. Al finalizar el episodio, llegué a la conclusión (una vez más) de que la serie era, tal y como lo había dicho una amistad, un «sueño febril» y que los escritores hicieron pensar a todos que tenía un significado más profundo.

Cuando pienso en mi experiencia personal como cristiana, con relación a mi tiempo devocional con Dios, si te soy sincera, a menudo me siento como me sentía al mirar aquella serie con Kamron: confundida e insatisfecha.

De adolescente, la culpa solía hundirme casi cada mañana durante mi momento de devoción personal. Por diversas razones, cada vez que leía la Biblia, sentía la presión de que mis reflexiones sobre la lectura parecieran un sermón. Sentía que debía sentir algo divino. Pero eso no solía pasar. A menudo, hacía las mismas preguntas que le hacía a Kamron cuando se ponía a ver algo en la tele: ¿Qué está pasando? ¿Ese tipo es bueno o malo? ¿Por qué están haciendo eso? ¡No entiendo nada! La mayor parte de las veces no sentía prácticamente nada, excepto que era una mala cristiana.

A lo mejor tú has sentido la misma culpa y la misma frustración al leer la Biblia. Casi que ni tienes ganas de leerla porque sabes que te resultará confuso, pero también te sientes culpable porque sabes que deberías hacerlo.

A lo largo de los años, he aprendido principios para estudiar la Biblia que me han ayudado a entenderla mejor. Sin embargo, existe otra verdad que hace que mi tiempo devocional resulte menos frustrante y más significativo; a lo mejor puede resultarte útil a ti también.

Me di cuenta de que la Biblia no es un libro devocional.

Ahora bien, antes de que te dé un patatús, escúchame un momento. No estoy diciendo que no deberías leer tu Biblia durante tu momento de devoción personal. Deberías hacerlo. Pero la Biblia no se lee como los libros devocionales de hoy en día, que contienen una historia breve, una lección moral y un versículo que respalda el principio que se está enseñando. Ni siquiera diría que se trata de una guía moral (aunque incluye instrucciones morales, por supuesto).

Sin embargo, si miro atrás, la mayor parte de los líderes espirituales me la explicaron como si se tratara de una bola mágica en la que se encontraba Jesús. Así que cuando no había respuestas claras para mis dilemas de adolescente y luego de adulta («¿Está mal esta música? ¿Por qué está mal bailar? ¿Puedo ver esta película?» Y un largo etcétera), me respondían cosas como la siguiente:

—Bueno, la Biblia es profunda y tienes que estudiarla mucho.

Para mí, aquello sonaba a que Dios estaba esquivando la culpa de ser un mal comunicador. Si el principal objetivo de su libro era mostrarme cómo vivir, ¿por qué lo hizo tan difícil de entender?

No me gustaba nada el tiempo de devoción personal porque pensaba que la Biblia era principalmente un manual de instrucciones, y creía que el objetivo de Dios era cambiar mi comportamiento. Tuve que darme cuenta de que los manuales de instrucciones son para las máquinas. El objetivo de Dios es restaurar Su relación con la humanidad y para ello nos dio una historia.

La Biblia es una historia en primer lugar y, a ciertos niveles, una historia muy complicada. Hay muchas cosas que están relativamente claras, en blanco y negro, (ya que contiene teología e instrucción moral), pero en primera instancia se trata de una historia con personajes que a veces hacen lo correcto y la mayor parte de las veces hacen lo incorrecto. No siempre resulta claro saber quién es el bueno y quién es el malo. Incluye metáforas, alusiones, referencias a otros textos y profecías poéticas que crean un arco narrativo que se puede estudiar eternamente.

La Biblia se digiere despacio, y tener eso en mente puede ayudar a que nuestro momento de devoción personal con Dios pase de ser frustrante y confuso a ser significativo y poderoso.

¿En qué sentido?

En primer lugar, ayuda a eliminar la presión de que cada momento devocional sea una charla personal de autoayuda. Cuando leo, sigo intentando preguntarme «¿Qué me dice este texto acerca de Dios? ¿Qué puedo aprender acerca de cómo quiere que viva?». Sin embargo, ya no pierdo los papeles si algunos días no me queda del todo claro lo que está ocurriendo en un pasaje. Eso es lo que ocurre cuando lees una historia; necesitas tiempo para comprender lo que está pasando.

En segundo lugar, las Escrituras son complejas porque Dios nos encuentra donde estamos. La vida es complicada. Me enfadaría si alguien me diera respuestas cliché y simplistas al abrirle mi corazón y compartirle mis dificultades. Así que Dios nos dio un libro prácticamente desprovisto de héroes, con un protagonista que rara vez respondía las preguntas de la gente y personajes secundarios que apenas podían seguir la trama.

En tercer lugar, si la Biblia fuese un mero manual de instrucciones, hablaría a nuestras mentes, pero sería incapaz de sanar nuestro corazón. El pecado nos ha dañado intelectual–, emocional– y físicamente. Dios quiere restaurarnos por completo, y las historias tienen el poder de conseguirlo. Cambian nuestra manera de pensar, conmueven nuestras emociones e incluso afectan nuestro cuerpo. Piensa en cómo cuando alguien te cuenta algo vergonzoso, te encoges inconscientemente, o cómo Kamron casi se cae del sofá por la emoción.

En último lugar, entender que la Biblia es una historia inagotable me protege del legalismo. Si la Biblia fuera un libro que yo pudiera dominar, la leería e ignoraría a Jesús. Pero como la Biblia se escribió a lo largo de mil quinientos años por cuarenta escritores distintos y como contiene más de sesenta mil referencias cruzadas, nunca podremos basar nuestro valor sobre nuestra habilidad para dominarla.

Así que, si te cuesta sentarte a leer tu Biblia con regularidad porque sientes que no se te da bien o que no tiene sentido, recuerda que se trata de una historia. Aprende a vivir con curiosidad cuando leas un pasaje que no entiendes por completo. Si hay días en los que no te dice nada, recuérdate: ¿Y qué?

Ríndete. Siente la angustia y el desasosiego de los profetas. Permítete «flipar en colores» al leer sobre las emociones salvajes y cambiantes de David. Sacude la cabeza cuando te desconcierte ver que Dios llama a personas rotas y complejas a caminar con él.

Los tesoros rara vez se dejan a la vista. Hay que cavar para encontrarlos. Como un buen libro o una buena serie, a veces tienes que ver episodio tras episodio hasta que las piezas por fin encajan en el episodio final.

A person with wavy, long hair sits casually with a smile. They are resting their head on their right hand and wearing a dark long-sleeved top with light-colored jeans. The background is plain white, and the image is in black and white.
Anneliese Wahlman
Escritora Creativa at Light Bearers

Allie se graduó de ARISE en 2012 y forma parte del equipo de Light Bearers como escritora y asistente de comunicaciones. Le fascina la intersección entre la fe y el proceso creativo y disfruta con la poesía. En los ratos en los que no está viendo una buena película con sus amigos, le encanta ser narradora de la vida empleando acentos mediocres.