No soy republicano ni demócrata.

No soy conservador ni liberal.

Soy un seguidor de Jesús, cuyo “reino”, como él lo dijo explícitamente, “no es de este mundo” (Juan 18:36). Es decir, su política no es del orden común de este mundo. De hecho, incluso haciendo una lectura casual de los Evangelios resulta muy evidente que el reino de Jesús no es un poco diferente ni muy diferente de la política de este mundo, sino que es radicalmente distinto. Lo que Jesús ofrece es diametralmente opuesto a lo que todos los sistemas políticos que este mundo tiene para ofrecer.

Ahora bien, al revelarte que no soy ni republicano ni demócrata, no estoy diciendo que debas – o no- ser un votante registrado con ninguno de esos partidos políticos. Eso es asunto tuyo y seguramente tienes tus razones. Me inclino, como estoy a punto de explicar, a abstenerme de tener un concepto más o menos elevado de tu persona, basado en tu afiliación política o a cómo decidas votar. El asunto es muchísimo más significativo. Lo que intento compartir contigo es que, como seguidor de Jesús, no deberías ser tan leal a un partido político, estar tan involucrado con él, ser tan apasionado o confiar tanto en él como para que te encuentres en la situación de estar en contra de los demás creyentes en Jesús, de enojarte con ellos, de tener problemas o enemistad por sus actitudes solo por no tener la misma visión en cuanto a política. Jesús te ha llamado a algo muchísimo más elevado que lo que cualquier partido político represente en una escala de magnitud.

Permíteme ahora, por favor, presentar mi caso. Todo lo que pido es que me leas con el sincero deseo de entender la perspectiva de un hermano, ya sea que termines beneficiado por mi punto de vista o no.

Dos Versiones De La Misma Cosa

Jesús fue crucificado por una coalición político-religiosa de conservadores (los fariseos) y de liberales (los saduceos), que obraban por medio del gobierno secular (el Imperio Romano). La razón por la cual los liberales y los conservadores pudieron unirse en la causa común de la crucifixión de Cristo fue que tenían una cosa vital en común:

¡Se odiaban entre ellos!

Y este odio común, los hacía tener el mismo espíritu, mientras que en la superficie parecían ser enemigos. Una vez que Jesús apareció en la escena, como representante de una alternativa radical para ambos extremos representados por los fariseos (conservadores) y los saduceos (liberales), se unieron en una causa común contra él. A los fines de conveniencia política, de mantener el poder y las ganancias financieras, se unieron para eliminar a Jesús porque él representaba la máxima amenaza al sistema entero del cual ambos partidos dependían para su supervivencia.

¿Por qué Jesús era una amenaza para ambos partidos?

¡Porque él no se uniría con ningún partido en contra del otro!

Si Jesús se hubiese unido a los fariseos (conservadores), no hubiese sido crucificado. Si Jesús se hubiese unido a los saduceos (liberales), no hubiese sido crucificado. ¿Por qué? Bueno, porque la lealtad a cualquiera de los dos partidos justifica la existencia del otro.

La oscura genialidad del juego que los partidos políticos de nuestro mundo juegan, es que cada lado alimenta el odio que sostiene al otro.

Y Jesús no estaba dispuesto a jugar ese juego.

Los fariseos (conservadores) y los saduceos (liberales) eran dos versiones del mismo sistema, y Jesús era tan completamente diferente de ambos, que simplemente debía ser removido del asunto. Así que tramaron una unión de la Iglesia con el Estado para deshacerse de él. El elemento político y el elemento religioso se unieron para crucificar a Dios en la carne, porque había una cosa, y una cosa sola, que no podían tolerar:

¡El amor!

Más específicamente, no podían tolerar la radical noción de eliminar toda la enemistad entre unos y otros, amando a sus enemigos como a sí mismos, porque amar a sus enemigos implicaría eliminar la enemistad, y eliminar la enemistad eliminaría la razón misma de su existencia como partidos políticos opuestos que adquieren poder y dinero uno del otro.

Dado que esta es la naturaleza inherente de la política, parecería que el seguidor de Jesús no debiera nunca estar completamente comprometido con ningún partido político de ningún extremo del espectro, por la simple razón de que el seguidor de Jesús es llamado a ser un representante de un sistema alternativo llamado “el reino de Dios”, el cual Jesús proclamó y encarnó al extender su amor en todas las direcciones y por lo cual fue crucificado en manos de los ideólogos políticos de ambos extremos por el hecho de que él representaba una amenaza para ellos. (¡Guau! Este párrafo entero es una sola frase. Si fuera tú, lo leería otra vez.)

Todos los partidos y sistemas políticos son una bolsa mixta de principios buenos y malos, mientras que el reino de Cristo está compuesto solamente de buenos principios que surgen del amor indiscriminado de Dios por todas las personas. Por lo tanto, como seguidor de Jesús, no puedo ser leal a ningún partido político en particular, sino que debo afirmar los verdaderos principios donde sea que se encuentren, independientemente de un partido político. Debo suscribirme a los buenos principios que están presentes en el extremo conservador y a los buenos principios del extremo liberal. Y eso me hace un fenómeno político, o al menos una anomalía política, en un mundo de odio político frenético.

Así que si alguien me pregunta: “¿Eres conservador o liberal?” yo respondo: “Sí”.

Y con esa respuesta, puedo ver que sus rostros se contraen por la disonancia cognitiva.

Soy lo que podrías llamar un liberal conservador o un conservador liberal; lo que prefieras. ¿Por qué? Porque eso es exactamente lo que vemos manifestado en Cristo: un equilibrio perfecto de principios conservadores y liberales. Por lo tanto, como seguidor de Jesús, debo creer en los principios verdaderos y justos donde sea que estén, más que ser leal a un partido político en particular y a toda su plataforma de políticas.

El seguidor de Jesús, según creo, puede ser, y debería esforzarse por ser, una persona no condicionada que piensa en términos de, y actúa de forma alineada con los principios puros, por encima de las políticas partidistas. Operar de esta manera trascendente le permitirá al cristiano ocupar el terreno de ventaja de una integridad que no puede encontrarse en ningún extremo del espectro de las políticas partidistas y así le dará un poder singular a su testimonio en favor del reino de Cristo.

Pero a la mayoría de las personas, y me incluyo, no les gusta la complejidad, porque requiere la ardua tarea de pensar. No queremos pensar en las implicaciones de los diferentes problemas, y componer una perspectiva basada en algo que esté de acuerdo con los buenos principios que pueden encontrarse en ambos partidos políticos, a la vez que rechazamos las malas ideas que existen en ambos partidos políticos. Es mucho más fácil dejar que otros piensen por nosotros y ser leales a un partido político de forma simplista, porque el hacerlo nos permite ser intelectualmente perezosos mientras somos indulgentes en la satisfacción superficial pero eufórica de entusiasmarse exageradamente porque “mi partido está en lo correcto y el tuyo está errado”. Pero el adoptar ese tipo de postura, necesariamente trae como implicación desobediencia al evangelio de Cristo e infidelidad a su reino alternativo. De hecho, Jesús ordena a sus seguidores a enlistarse en su reino y así romper filas con los sistemas fallidos de este mundo. Enlistarse en su reino supone comprometerse con el elevado estándar de amor a todas las personas, incluso a los republicanos, incluso a los demócratas, y abrazar los principios de justicia donde sea que se encuentren.

En resumen, somos llamados a amar como Jesús ama.

Y amar como Jesús ama necesariamente involucra llevar a cabo la difícil tarea de formular y vivir lo que podría llamarse como la política del amor.

Observa a Jesús, con cuidado, con obsesión, con adoración, y basado en lo que veas en él, deduce tus opiniones y espíritu político.

Podríamos finalizar aquí, porque hemos considerado en términos generales todo lo que necesitamos saber a fin de navegar exitosamente por el paisaje político espantoso con el cual nos enfrentamos en la realidad. Pero si te gustaría sumergirte un poco más profundo y quizás alcanzar más claridad, entonces te invito a seguir leyendo.

La Política De Jesús

Jesús inició su ministerio público con un anuncio cargado políticamente: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17).

Un reino es una estructura política, un sistema gubernamental, un orden social. No debería sorprendernos que Jesús, el Creador de la humanidad y el Autor de la realidad misma, viniera a nuestro mundo a declarar ser el arquitecto de un orden social, gubernamental y político superior. Tampoco debería sorprendernos que no pudiera sumarse a ningún sistema existente. En cambio, él introdujo el lanzamiento de su reino con la amonestación: “Arrepentíos”. La palabra en griego es metanoia, y literalmente significa cambia tu mente, invierte tu percepción, mueve el tren de tu proceso de pensamientos en la dirección contraria. Jesús lanzó un reino tan completamente diferente del orden político prevaleciente, que se necesita nada menos que un cambio completo de paradigma para poder captar la naturaleza revolucionaria de su reino.

Después de anunciar el inicio de su reino, Jesús dio un discurso que llamamos “el Sermón del monte”. ¿De qué se trata este mensaje? Bien, fundamentalmente constituye una descripción de los principios relacionales que regirían la operación de su reino. En otras palabras, un manifiesto político. Según su sermón del monte, su reino no está nada lejos de ser revolucionario. ¿En qué sentido? Porque se sumerge en las profundidades más insondables de la condición humana y busca cambiarnos a nivel de nuestros corazones. Jesús quiere que:

  • Veamos a Dios bajo una luz radicalmente diferente,
  • desde la cual nos veremos a nosotros mismos bajo una luz radicalmente diferente,
  • desde la cual veremos a nuestro prójimo bajo una luz radicalmente diferente.

Dios es incondicionalmente bueno con todos, incluso con sus enemigos, así que todos los que dicen ser sus hijos deberían operar de esta misma manera.

En primer lugar, Jesús pronuncia una serie de bendiciones sobre ciertas categorías de seres humanos que conforman su reino: los pobres en espíritu, los que tienen hambre y sed de justicia, aquellos que buscan lograr la paz donde hay discordias relacionales. No pases por alto el hecho de que Jesús está describiendo a personas que se encuentran en la parte inferior de las estructuras de poder de nuestro mundo. Como tales, sienten lo que está mal en el mundo y desean que las cosas sean diferentes. Jesús ha venido a ofrecer algo que cumplirá sus expectativas.

Luego Jesús explica en los términos más directos y prácticos posibles exactamente qué tipos de actitudes y acciones harán de sus seguidores la “sal” y la “luz” del mundo. Él no menciona el hecho de realizar reuniones de evangelización o de articular argumentos apologéticos, aunque estos son buenos emprendimientos secundarios relacionados con lo que él sí menciona:

“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:38-48).

Literalmente ningún líder político en la historia ha iniciado un reino como este. Además, casi nadie cree que Jesús quiere decir exactamente lo que dice aquí. Las palabras de Cristo van tan en contra de la naturaleza humana que inmediatamente intentamos descubrir formas de “interpretar” sus palabras de modo que signifiquen algo más que lo que dicen de forma clara. Incluso quienes no creen que esa sea su intención al decir esto, encuentran en sus palabras una tarea absurda que simplemente no puede llevarse a cabo en este mundo. Esto llevó a G. K. Chesterton a hacer la siguiente observación: “No es que el ideal cristiano haya sido pesado en la balanza y haya sido encontrado falto. Ha sido considerado difícil y ha sido abandonado sin ser probado”. Y aún así, Jesús insiste en que así es como se ve su reino en acción. Nosotros somos la “sal” y la “luz” del mundo, dice él, solamente cuando vivimos el amor de Dios que es bondadoso, perdonador, generoso, amoroso con los enemigos, no violento hacia nuestro prójimo, especialmente hacia las personas “malas”, hacia aquellos que nos “hieren en la mejilla”, nos “ponen a pleito” y nos “ultrajan y persiguen”.

A diferencia del Sermón del monte, mucho de lo que porta el nombre de “cristiano” en los Estados Unidos es en realidad nacionalismo político que usa a Jesús como su mascota. Es doloroso verlo, especialmente por el tremendo daño que le hace a la reputación de Jesús en la mente de los no creyentes. Pero seamos claros: el “cristianismo” que hace ruido en el ámbito político público no es el cristianismo de Cristo y los apóstoles.

¿Cómo lo sé?

Bueno, porque…

La Profecía Bíblica No Miente

En una sola línea ingeniosa, Pablo encapsula una profunda verdad que necesitamos entender desesperadamente en estos tiempos tan pretenciosos en que vivimos:

“No todos los que descienden de Israel son israelitas” (Romanos 9:6).

¡¿Qué?!

Sí, léelo otra vez.

Durante la época de Cristo y los apóstoles, los líderes de la Israel tradicional, nacional e institucional habían vendido sus almas al Imperio Romano a cambio de poder político y ventaja económica.

¿Te suena familiar?

En aquel entonces, el idioma y los formalismos de la religión hebrea se mantenían como un delgado recubrimiento a fin de embaucar a las masas y quizás para calmar la conciencia, pero el plan original de cómo debía ser la esencia de Israel se había perdido. Jesús comparó a los líderes religiosos de su época con “sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27).

Por supuesto que había personas fieles en ese sistema desalmado, como María y José, Elisabet y Zacarías, los pastores que acariciaban la esperanza mesiánica en sus corazones, los sabios de Oriente que de alguna forma habían llegado al libro de Daniel y estaban meditando en sus profecías acerca del Liberador que vendría, y muchos otros que distinguían la hipocresía del sistema y anhelaban una demostración auténtica del amor de Dios en la forma del amor al prójimo.

La misma corrupción en el liderazgo espiritual es evidente hoy, pero en una escala mayor y más diabólica. Esto no debería sorprendernos, porque las Escrituras en realidad predijeron que el período del tiempo del fin de la historia se caracterizará por falsedad religiosa a una escala épica. Según las profecías de Daniel y Apocalipsis, y otros fragmentos proféticos del Nuevo Testamento, el sistema monolítico conocido para el mundo como “cristianismo” no es nada más que una gran mascarada. 

Apocalipsis 12

Según la profecía de Apocalipsis 12, el “cristianismo” que operaba a nivel mundial en la época de la Edad Media era, de hecho, un vehículo político dirigido por el dragón, Satanás mismo, por medio del cual, el carácter de Dios era gravemente mal representado y por el cual millones de creyentes verdaderos fueron asesinados en el nombre de Cristo. Simultáneamente, según la profecía, la iglesia verdadera de Dios funcionó como un movimiento clandestino, en las sombras del imperio “cristiano” carente de Cristo. Esta iglesia subterránea proclamó el verdadero evangelio de Cristo a las temblorosas masas que eran políticamente dominadas, teológicamente oprimidas y financieramente saqueadas por la “Iglesia Cristiana”.

Apocalipsis 13

Según la profecía de Apocalipsis 13, el “cristianismo” católico y protestante —“la bestia” y la “imagen de la bestia”— con el tiempo se apropiarán del sistema político estadounidense con el propósito de una “adoración” forzada. Mientras muchos en el “cristianismo” tradicional están clamando en contra del ateísmo y el secularismo como los grandes peligros de nuestra época, Apocalipsis 13 nos advierte que el “cristianismo” apóstata que aprovecha el poder del Estado es el mayor peligro para el mundo. Deja que se registre profundamente en tu conciencia:

el
“cristianismo”
apóstata
que 
aprovecha
el
poder
del 
Estado
es 
el 
mayor
peligro
para
el
mundo

La profecía de Apocalipsis 13 explica que la iglesia manipulará su ingreso a la política y usará al Estado para imponerle leyes religiosas al pueblo al aplicar una “marca” de lealtad que puede ser recibida en la “frente” o en la “mano”, lo cual significa que algunas personas estarán comprometidas con su sistema de creencias y otros simplemente la acatarán para mantener la seguridad económica. Todo “cristiano” motivado por un interés financiero egoísta creerá en la unión ilícita de la Iglesia y el Estado —o cumplirá con ella— que se levantará como una “bestia” monstruosa para destruir la libertad religiosa en el nombre de Jesús.

Apocalipsis 14

Según Apocalipsis 14, el verdadero cristianismo que se volvió clandestino durante la edad media, resurgiría a nivel mundial para proclamar una serie de tres mensajes simbolizados por tres ángeles que claman desde el cielo: 

  1. El mensaje del primer ángel proclama el evangelio eterno, que consiste en las buenas nuevas del amor no coercitivo de Dios y su favor inmerecido prodigado a todos los seres humanos en Cristo. Como “Dios es amor”, Cristo eligió permitirse ser crucificado en vez de imponerse a sí mismo al mundo. Solo el amor despierta el amor, y Dios solo quiere amor. Por lo tanto, la libertad religiosa es inherente al evangelio de Cristo.
  2. El mensaje del segundo ángel anuncia la caída de Babilonia, o la desaparición del “cristianismo” apóstata con su uso ilícito del poder político. Babilonia cae como resultado de que el evangelio capta la atención del mundo, magnificando el amor no coercitivo de Dios y defendiendo la libertad religiosa. El evangelio causa la caída de Babilonia al revelar la completa impotencia y la bancarrota moral de la religión impulsada por lo político.
  3. El mensaje del tercer ángel es una advertencia contra el “cristianismo” apóstata que usa el poder del Estado para forzar al público a una obediencia religiosa. La manifestación final de la unión ilícita entre Iglesia y Estado se dará como un esfuerzo por parte de la Iglesia para legislar en favor propio y contra todos los otros sistemas de creencia. La profecía continúa y explica que, bajo esta crisis de libertad, el mundo entero estará maduro para la cosecha, lo cual significa que tanto el bien como el mal, en las formas polares opuestas de amor vs fuerza, libertad de conciencia vs religión legislada, alcanzarán su auge y dividirán al mundo entero en dos bandos: los perseguidores y los perseguidos.

Apocalipsis 17

Apocalipsis 17 describe a una ramera que cabalga sobre una bestia, lo cual es un símbolo ingenioso, aunque gráfico, de la iglesia que obra por medio del Estado para hacer estragos en la Tierra a través del proceso político.

Para aquellos interesados en oír la advertencia, la profecía bíblica nos está diciendo que este es el modus operandi de los líderes y sistemas religiosos corruptos: secuestrar al Estado con el propósito de hacer avanzar su propio poder político y financiero.

En los tiempos de Cristo, los fariseos y saduceos hicieron esto.

En el siglo IV, lo hizo Constantino.

A lo largo de toda la Edad Media, lo hizo un linaje político de gánsteres que traficaban con el poder llamados “los papas”.

Ni los fariseos, ni los saduceos, ni Constantino, ni los Papas estaban representando realmente a Dios con todas sus violentas hazañas políticas. Simplemente estaban usando el nombre de Dios en vano como una fachada para asegurar el poder político sobre las masas. Los políticos saben que un sentimiento religioso basado en el miedo es tremendamente poderoso como motor de acción. Así que analizan los sentimientos religiosos de la mayoría y luego usan el lenguaje de forma específico y pensada para generar esos sentimientos contra sus oponentes políticos. El objetivo es movilizar a los grupos religiosos y convertirlos en hordas votantes, no magnificar la belleza del verdadero carácter de Dios y dirigir a la gente a adorarlo desde la libertad de sus propios corazones.

Apocalipsis 18

Apocalipsis 18 anuncia con énfasis y detalle agregados, lo que proclama el mensaje del segundo ángel:

“Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Apocalipsis 18:2-4).

Primero, Babilonia cae teológica y moralmente, porque vende una imagen de Dios gravemente distorsionada y alberga líderes políticos y religiosos moralmente corruptos bajo el manto protector de la religiosidad. Pero luego Apocalipsis 18 nos dice que la corrupción teológica y moral de Babilonia lleva a su eventual caída política y económica. La unión fornicaria entre Iglesia y Estado es una alianza insostenible y hará que todo el sistema se desplome.

El libro de Apocalipsis básicamente nos informa que aquello que todos piensan que es el asunto, realmente, no es el asunto que dice ser.  Para expresarlo de la forma más clara posible, en el lenguaje más directo:

El “cristianismo” tal como el mundo lo conoce es en realidad el “anticristo”.

Lo que gran parte del mundo aborrece como “cristianismo” es en realidad una forma horrenda de nacionalismo pagano que ha secuestrado el nombre de Cristo con fines políticos. Para parafrasear a Pablo: “No todos los del cristianismo son cristianos”. El sistema motivado política y financieramente que todos piensan que es cristianismo, en realidad no es cristianismo.

Elena G. de White, una escritora del siglo XIX con pensamientos sorprendentemente esclarecedores, explica que el día está llegando cuando la falsedad del “cristianismo” político nacerá sobre el mundo con claridad:

“Miles y miles de personas que nunca habrán oído palabras semejantes, las escucharán. Admirados y confundidos oirán el testimonio de que Babilonia es la iglesia que cayó por sus errores y sus pecados, porque rechazó la verdad que le fue enviada del cielo (Elena G. de White, El conflicto de los siglos, p. 592).

¡¿Qué?!

Sí, la “Babilonia” del tiempo del fin contra la que se nos advierte en la profecía bíblica “es la iglesia”.

Y mientras más rápido nos demos cuenta de esto, mejor, porque entonces el mundo no creyente podrá finalmente evaluar a Cristo por quien realmente es, fuera del colosal sistema falso que ha privado al mundo de este nombre sagrado.

Para muchos de nosotros, será un descubrimiento doloroso. Pero una vez que lo has visto, no puedes hacer de cuenta que no lo viste, y abrirá tanto tus ojos que nunca podrás ver la política y la religión de la misma forma.

Volviendo a la perspicaz formulación de Pablo: “No todos los que descienden de Israel son israelitas”. En otras palabras, están aquellos en Israel que aman a Dios y a las personas genuinamente, y están aquellos en Israel que están usando el sistema religioso como una fachada para sus propios planes financieros y políticos. Pablo simplemente está explicando que los líderes religiosos de Israel de la época de Cristo habían convertido a Israel en un mero vasallo, o un perro faldero, del Estado romano. La profecía bíblica escatológica llega y nos informa que los líderes cristianos apóstatas del tiempo del fin harán lo mismo.

La mezcla de la política con la religión es letal.

Y la separación de la Iglesia y el Estado es la única puerta por la cual un ser humano puede ingresar al amor liberador de Dios.

El evangelio de Cristo, al revelar un amor no coercitivo por parte de Dios, insiste en que la Iglesia y el Estado deben permanecer separados y que la libertad de conciencia debe preservarse, porque solo aquellos que son verdaderamente libres pueden amar a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismos.