“¿Qué es eso? Huele como si algo se hubiese muerto aquí dentro” gritó mi amiga cuando nos subimos a mi coche.

Ciertamente, antes de ese fin de semana había notado que salía olor del baúl (aunque no recuerdo cuanto tiempo había estado consciente de ello). Sin embargo, después de que mi amiga Diane y yo condujéramos cuatro horas hacia la casa de mi hermana para pasar el 4 de julio y luego dejáramos mi coche estacionado bajo el sol calcinante del sábado, el olor era demasiado fuerte. Al investigar, descubrí que había una cebolla aplastada en una bolsa, en una de las esquinas de mi baúl.

Ah, sí.

Era eso.

Hacía un tiempo le había prestado mi coche a otra amiga. Ella me había enviado un mensaje de texto para avisarme que me había dejado una bolsa con comestibles en el baúl. También me había recordado que lo llevara adentro de mi casa. Nunca lo hice. (Es posible que tenga un problema de procrastinación.)

Y apestaba.

Cuando pienso en las conversaciones que los cristianos están teniendo sobre la política, siento vergüenza ajena. No, en realidad quiero golpear mi cabeza contra la pared y gritar al vacío. También pienso en la cebolla que estaba mi coche, por la siguiente razón: la mayoría de los cristianos cree en el concepto de decir la verdad con amor. Sin embargo, por algún motivo, cuando se trata de política, no tenemos problema con dejar esa idea en el baúl. Nos gusta la idea del amor en todas las áreas, pero no vamos a llevarlo a ciertas conversaciones. Es como si nos diera una especie de amnesia moral selectiva: discutimos a favor de votar de cierta forma, basándonos en la moral, y dejamos completamente de lado la necesidad de usar la moral en la forma en que tratamos a aquellos con quienes no estamos de acuerdo. Todos comienzan a tomar un bando y a lanzar improperios; es como un juego de “mirón, mirón” pero con insultos y memes sarcásticos. Y las cosas están comenzando a apestar.

Sin embargo, esto no debería sorprendernos, porque Jesús nos dijo que a medida que se acercara el tiempo del fin, el amor de muchos se enfriaría. Pero también nos exhortó a permanecer en el amor. Él sabía que nadie olvida sus propias opiniones, pero sí olvidamos hacer resaltar el amor de los rincones oscuros de nuestros corazones y llevarlo a nuestras conversaciones. Así que, a la luz de esa exhortación, aquí hay seis principios de comunicación amorosa que podemos practicar al tener conversaciones sobre las elecciones y, en realidad, sobre cualquier asunto controversial. 

1. Afirma al otro siempre que puedas

A todos me he hecho de todo… – El apóstol Pablo

Si quieres tener una discusión constructiva y útil sobre cualquier tema con una persona que tiene una opinión contraria a la tuya, debes aprender a encontrar un terreno común. Las personas escuchan y se vuelven más abiertas a la crítica cuando se sienten comprendidas. Puedes hacer esto al encontrar puntos de coincidencia donde sea que puedas.

Quizás estás pensando ¿Acaso acabas de decir que encuentre un terreno común con un [inserte persona de partido politico opuesto]? Sí, porque la realidad es que así funcionan los seres humanos, incluso tú. Piensa en esos momentos en que expresas tu opinión. Si alguien interrumpe rápidamente y te dice por qué estás equivocado, lo más probable es que no respondas: “¿Sabes? Ahora que me has hostigado intelectualmente contra un rincón, definitivamente me siento compelido a cambiar mi opinión sobre este asunto complejo y tan controversial”. Así que, cuando corrijas generosamente el pensamiento delirante de alguien en Facebook sin dedicar tiempo a encontrar puntos de coincidencia, probablemente tampoco obtendrás esa respuesta.

Los puntos de coincidencia son como las canas: en realidad hay muchas más de las que nos damos cuenta o de las que queremos admitir, y generalmente los enonctramos cuando comenzamos a mirar dentro del corazón de las personas. Si eres republicano y estás pensando que tu nieto se ha convertido en un guerrero loco de la justicia social/comunista, puedes decir algo como: “Guau, realmente eres un apasionado por defender a aquellos que han sido heridos. Eso es hermoso”. Si te apasiona reformar el sistema policial y estás hablando con un amigo que cree en el movimiento “Blue Lives Matter”, puedes afirmar el hecho de que debemos apoyar a los oficiales de policía buenos.

Requiere esfuerzo e intencionalidad encontar puntos de conexión, pero ninguno de nosotros está exento de hacerlo, ya que tenemos el ejemplo de un Jesús todopoderoso, omnisapiente y omnipresente que se hizo carne por cada uno de nosotros. Nadie podría haber tenido menos en común contigo, y sin embargo él vino para andar en tus zapatos. Cuando no existía un terreno común, él lo creó. Esto no significa que debamos hacer concesiones con nuestros valores o no defender lo que creemos. Significa que comenzamos por hacerle saber a las personas que creemos que tienen buenos corazones, que son criaturas de Dios inteligentes y que todos somos parte de la misma familia.

Ya sabemos qué nos divide. También recordemos lo qué nos une.

2. Escucha para entender, no para responder

Al que responde palabra antes de oír, le es fatuidad y oprobio. – El rey Salomón

Todos sabemos que escuchar es importante, pero normalmente lo que llamamos escuchar, es solo esperar nuestro turno para hablar. O nosotros respondiendo a nuestros disparadores emocionales, en lugar de lo que la persona está diciendo en realidad.

Escuchar de verdad significa cerrar la boca, resistir el impulso de interrumpir, establecer contacto visual, asentir con la cabeza y decir cosas como: “Hmmm”. (Si eso te resulta difícil, simplemente simula que estás comiendo un sándwich.) Luego piensa en lo que realmente están diciendo. No pienses en lo que vas a responder.

Cuando la otra persona haya terminado de explicar su punto de vista, responde algo como: “Quiero asegurarme de haber entendido bien. Me pareció que dijiste [repite con tus propias palabras lo que crees que ha dicho]. ¿Correcto?” Y entonces le permites que te corrija o que asienta. Deja que siga explicando. Sé generoso al brindarle atención.

Escuchar de verdad también significa que no simplificas a las personas. Deja que sean tan complicadas y desordenadas como lo son, porque todos lo somos. Los medios nos han vendido la mentira de que en la vida solo puedes ser de una manera: liberal o conservador, demócrata o republicano. Si te preocupas por los nonatos, no puedes preocuparte por el medio ambiente. Si te apasiona la reconciliación racial, entonces no pueden importarte los nonatos. Pero las personas no son tan simples y, tal como lo menciona una amiga, pensar así es tener “pereza intelectual”. Dios nos hizo a todos increíblemente complejos y hermosos. Cada uno es una combinación única de nuestra historia familiar, genética, trauma, experiencias de vida, cultura, etnicidad y de mucho más. Así que, al escuchar a alguien, recuerda que se trata de una persona, no de un perfil. Resiste el impulso de etiquetarlo o descartarlo como persona, solamente por haber dicho algo parecido a lo que dice la gente del partido que no te gusta.

Al escuchar de verdad, no solo puedes aprender cosas nuevas acerca de las opiniones de la facción opuesta, sino que también puedes ayudar a la persona con la que estás hablando a sentirse más segura y más dispuesta a escuchar lo que tienes que decir. Recuerda: Dios te dio dos oídos y solo una boca.

3. Quizás es mejor que no respondas

Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea tardo para oír, tardo para hablar, tardo para airarse… – El apóstol Santiago.

Este punto se construye a partir del anterior. Cuando estás hablando sobre algo controversial, a veces lo mejor es ni siquiera compartir tu opinión. Es difícil, porque si alguien expresa una opinión errada sobre un asunto, obviamente nuestra tarea es siempre corregirlo inmediatamente, ¿no es cierto?

No.

Todo se resume en tratar a los demás como te gustaría ser tratado. Nos hacemos más enseñables cuando nos sentimos más amados, y las personas se sienten amadas cuando se sienten escuchadas. Así que a veces – no todas las veces – lo mejor que podemos hacer es dejar que alguien comparta su punto de vista y guardar nuestra opinión para otro día. Este año ha sido agotador para todos, y todos necesitamos ser escuchados a veces sin que alguien nos diga por qué estamos equivocados o sin hurgar nuestras emociones.

Otro beneficio de guardar tu opinión es que puede tener un efecto magnético en una conversación controversial. Me refiero a lo siguiente: los medios básicamente se han convertido en un caso crónico de diarrea de opiniones. Todos están gritando: “¡Estás equivocado! ¡Estás equivocado! ¡Estás equivocado!” Así que, si le das a alguien el espacio para expresar libremente sus opiniones, pero esperas para compartir las tuyas en otro momento, quizás puedes escuchar atentamente y decir: “Guau, eso realmente es muy interesante. Gracias por compartirlo conmigo. ¿Quieres que hagamos baklava?” Esto puede generar curiosidad. ¿Por qué no me están diciendo en qué estoy equivocado? Todos tienen algo que decir sobre este tema. No me están diciendo nada. Esto es extraño. ¿Qué piensan al respecto?

Entonces, si te preguntan acerca de tu punto de vista, la dinámica de la conversación cambia. No estás imponiéndoles tu punto de vista. Ellos lo han pedido, y a menudo es más fácil comunicar algo difícil cuando alguien te ha pedido la información por su cuenta que si tú la has dado voluntariamente. Las personas se sienten atraídas por lo que no pueden tener. Así que a veces la mejor forma de compartir tu opinión es justamente no compartirla.

4. No seas grosero ni sarcástico y no pelees

Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo… – El apóstol Pablo

Vivimos en una sociedad que valora las réplicas y las contestaciones más que la bondad y la cortesía. Aplaudimos al que tiene la última palabra. La ironía es que nuestros instintos nos dicen que esta es la forma de ganar, pero, como Bob Goff, autor de Love Does [El amor hace], lo expresa: “Nadie jamás ha sido llevado a un cambio de corazón a base de argumentos”. Cuando una conversación se vuelve argumentativa o cuando comienzas a burlarte de los ideales o valores de la otra persona, las posibilidades de convencerla de la validez de tu opinión en realidad disminuyen drásticamente.

Una forma de revisar tu conducta al publicar y comentar algo en las redes es preguntarte Si yo estuviera teniendo una conversación cara a cara, ¿diría esto? No es una salvaguarda perfecta, ya que algunos de nosotros no sabemos cómo ser amables en persona tampoco, pero es algo que puede ayudar. Piénsalo. Imagina que recién conociste a alguien en la iglesia y están hablando y comenzando a conocerse. Ellos comparten algunos consejos de vida que consideran significativos, pero no compartes plenamente su filosofía. En ese escenario, probablemente no interrumpirías para decir: “¡Guau! ¡Eso es tóxico!” o “No puedo creer que la gente diga cosas tan insensibles”. Sin embargo, esto es básicamente lo que hacemos de forma virtual todo el tiempo. La tentación de convertirnos en monstruos santurrones se disparan cuando estamos escondidos tras la seguridad de nuestras pantallas, protegidos de las reacciones en tiempo real y de las vidas de personas reales que leen nuestros comentarios hirientes.

Así que si realmente te apasiona un tema o candidato, no seas descortés. Debatir con una persona en una conversación presencial, publicar memes sarcásticos o despotricar en la sección de comentarios de Facebook puede ser que te haga sentir como un ganador, pero en realidad solamente estas halando la alfombra por debajo de tus propios pies.  

5. Otorga más gracia de la que crees necesaria cuando te comuniques por las redes

Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos… – El apóstol Pablo

Este punto definitivamente se aplica a las conversaciones cara a cara también, pero la comunicación virtual requiere una consideración especial. Además de no ser groseros al comunicarnos por las redes, necesitamos proponernos conceder misericordia, tanto al escribir nuestras propias publicaciones, como al interpretar las de los demás.

En las plataformas de las redes sociales nadie puede oír nuestro tono de voz ni leer nuestras expresiones faciales o nuestro lenguaje corporal, algo que constituye la mayor parte de la comunicación. Por favor, lee esa frase otra vez. Las personas no pueden verte ni oírte y tú no puedes verlas ni oírlas. Así que, una publicación que tú crees que suena simplemente como algo informativo y sin malicia, puede fácilmente ser interpretada como algo brusco o despectivo sin que esa sea tu intención. Una publicación que te parece horriblemente ofensiva puede no estar ni cerca de ser tan mala si pudieras ver u oir a la persona.

Recuerda que las personas escriben de manera informal. Olvidan usar puntuación cuando escriben un comentario. Tuitean bajo la influencia de la vida y de las emociones del día a día. Están sentados en un Uber, su jefe les está gritando, están intentando hacer malabares entre bebés que lloran y la preparación de la cena. Así que cuando una publicación en las redes te ofenda, recuerda que hay una cantidad de información del tamaño del monte Everest que no conoces, y permite que ese sea el parámetro para la manera en que respondes.

¿Cuán diferentes serían nuestros tuits si pudiéramos ver las historias de vida que envuelven los 280 caracteres que nos ofendieron? Probablemente muy diferentes. Pero no podemos ver esas historias. Así que seamos más amables y más comprensivos de lo que creemos que debemos ser; en persona, definitivamente, pero especialmente en las redes. Giremos el dial mucho más hacia arriba.

6. Acércate con humildad y empatía

El amor… no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. – El apóstol Pablo

El conductor de autobús que trabajaba para el colegio – internado al que yo solía asistir dijo en una charla devocional: “Pecamos más cuando estamos en lo correcto”.

Al hablar con otras personas, sé humilde. Es posible que estés equivocado.

Podemos convertir nuestra propia rectitud en un ídolo, y al hacerlo, comenzamos a tratar a los demás de forma horrible. En su charla TED del 2012, titulada “Sobre el hecho de estar equivocado”1, la periodista estadounidense Kathryn Schulz derriba tres lamentables suposiciones que hacemos sobre las personas que están en desacuerdo con nosotros:

  1. Son ignorantes. Si alguien no ve las cosas como nosotros, debe ser que no tiene toda la información, porque si la tuviera, estaría de nuestro lado.
  2. Si están informados sobre un tema, pero aún así están en desacuerdo con nosotros, entonces suponemos que deben ser necios. Tienen la misma información que nosotros pero simplemente no son lo suficientemente inteligentes como para juntar todas las piezas.
  3. Si alguien es educado e inteligente, pero está en desacuerdo con nosotros, entonces suponemos que debe ser malvado. Saben cuál es la verdad pero no lo admiten porque son personas terribles.

Sacar este tipo de conclusiones apresuradas hace que tratemos a los demás de la forma menos cristiana posible. Pero el gran problema llega cuando conoces a alguien que claramente ama a Dios, conoce la Biblia, es inteligente, muestra un amor abnegado, y aún así está en desacuerdo contigo. ¿Qué haces ahí? ¿Y qué haces si te encuentras con muchos de esos? ¿Los tildas a todos de ignorantes, idiotas o egoístas?

¿O comienzas a darte cuenta de que es posible que estés equivocado?

¿O que generalmente los temas más cercanos a nuestro corazón tienen más de dos caras?

¿O que quizás hay un poco de verdad en ambos lados y que hay justicia en la tensión entre ambas perspectivas?

¿Y que hay tanto que no conoces?

La Biblia está llena de personas que estaban seguras de que Dios ciertamente estaba de su lado y terminaron dándose cuenta de que Jesús estaba del otro lado de la línea que ellos mismos habían trazado. Pedro estaba seguro de que siempre defendería a Jesús. Los doce estaban seguros de que, si no estabas siguiendo a Jesús con ellos, entonces no lo estabas siguiendo del todo. Los fariseos estaban convencidos de que no había forma de que el hijo de un carpintero pudiera ser el Mesías. En algún punto, el paso más santo que tuvieron que dar fue justamente admitir que estaban equivocados.

No hagas de tu certeza un ídolo.

E incluso si alguien está equivocado (porque sí hay verdades absolutas), cree lo mejor de sus intenciones. Recuerda que es posible que alguien tenga motivaciones puras y saque conclusiones erradas. Pero avergonzarlos por esas conclusiones no ayudará a corregirlos.

Primero dedica tiempo a entender su historia y a empatizar. No tienes que estar de acuerdo con la conclusión de alguien para entender de dónde vienen y decir: “Sí, a mí también me ha pasado” o “Guau, entiendo perfectamente porqué te sientes así”. Si dedicas tiempo a entender el viaje que trajo a una persona al lugar donde está hoy, probablemente te darás cuenta de que se debe a que han sido impulsados por una mezcla de amor, miedo y egoísmo humano, llenos de errores, igual que a ti.

Prioricemos la humildad y la empatía tanto como priorizamos la votación.

En conclusión, lo que estoy intentando decir básicamente es que no dejes que tu amor sea como una cebolla podrida que olvidaste en tu coche y que ahora está llenando de mal olor tus conversaciones. Lleva el amor no solo a lo que crees sino a la forma en que lo crees.

No solo estés en lo correcto con tus ideas. Asegúrate de estar en lo correcto en espíritu, palabra y acciones.

Permanezcamos en el amor.

  1. Kathryn Schulz, “On Being Wrong,” TED, April 26, 2011, https://www.youtube.com/watch?v=QleRgTBMX88.