«Jacob, pues, salió de Beerseba y fue a Harán. Llegó a un cierto lugar y durmió allí, porque ya el sol se había puesto. De las piedras de aquel paraje tomó una para su cabecera y se acostó en aquel lugar» (Génesis 28:10, 11 RVR95).

Demos un brindis por aquellos que han llegado a un «cierto lugar». Este lugar no tiene nada de especial; es simplemente el lugar en el que te encontrabas cuando tu cuerpo dijo «basta». El sol se ha puesto y tus pasos se han agotado. Ya no hay más prisas ni luchas. Has llegado a un «cierto lugar». Para Jacob, y quizás para ti también, la ironía de «cierto lugar» es que no tiene nada de cierto.

Atrás queda todo lo que has conocido hasta ahora y, delante, hasta donde puedes alcanzar a ver, todo es oscuridad. ¿Quién sabe lo que acecha en la noche? Bestias y hermanos, pisándote los talones, siguiendo tu rastro, recordándote por qué huiste en primera instancia.

Pero nada de eso importa ahora porque estás demasiado cansado como para sentir miedo. Así que haces de una piedra tu almohada, del polvo tu cama. Si estás a punto de morir, quizá puedas encontrar un último consuelo en tus sueños.

Entonces ocurre el milagro: en el medio de la nada, el cielo se abre. Jacob ve una escalera que se extiende desde la tierra hasta el cielo, en la que hay ángeles que suben y bajan. Dios habla (no palabras de condenación, sino una promesa): «Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas» (Génesis 28:15 NVI).

Jacob se despierta estupefacto: «Sin duda, el Señor está en este lugar y yo no me había dado cuenta» (Génesis 28:16 NVI).

A veces nos hace falta la quietud de un lugar solitario y difícil para darnos cuenta de la visión que Dios tiene para nuestras vidas.

En la quietud, lejos de todas las distracciones, cuando nos encontramos al límite, nos damos cuenta de que Dios siempre ha estado ahí, esperándonos para suplir nuestras necesidades. Y es su presencia durante nuestro sufrimiento —y no la liberación de este— la que cura nuestro corazón.

Así que, si has llegado a «cierto lugar», recuerda: puede que te sientas solo, pero el cielo está más cerca de lo crees. La piedra debajo de tu cabeza puede ser dura, pero a la vez puede ser santa. Jesús puede convertir tu lucha en entrega porque él ha cubierto el hueco que había entre el cielo y cada corazón apesadumbrado. Así que, cuando salga el sol, tú saldrás victorioso junto con él, con la certeza de Jacob: «El Señor está en este lugar».

A person with short hair and a beard smiles at the camera with arms crossed, wearing a black long-sleeve shirt. The background is blurred, featuring vertical white structures and an outdoor setting.
Angelo Grasso

Angelo Grasso se desempeña como Director de Atención Espiritual de Light Bearers e instructor de ARISE. Angelo, ministro ordenado y capellán capacitado, siente una profunda pasión por explorar la intersección de la ciencia del cerebro y el crecimiento espiritual en todas las etapas de la vida. Está bendecido por la compañía de su esposa, Kathy, y sus dos hijos, Eli y Emma.