Hace tiempo tuvimos un vecino, Richard, al que adoptamos como “abuelo”. Solíamos invitarle a cenar, le hacíamos galletas, le llevábamos a hacerse la diálisis, le ayudábamos a moverse por su casa cuando se encontraba postrado en cama. Un par de veces, se vino a casa a celebrar Acción de Gracias con nosotros, y también visitó nuestra iglesia en varias ocasiones.

Richard quería creer en Dios, pero le costaba creer que fuera tan “fácil”. Había hecho cosas terribles a lo largo de su vida y dudaba que pudiera librarse del “castigo” tan fácilmente. 

Aun así, nosotros lo amamos y le mostramos a Jesús hasta el día en el que falleció en el hospital, conmigo orando a su lado mientras yacía inconsciente en la cama. Antes de morir, me pidió que oficiara su funeral.

Cuando llegamos mi familia y yo a la funeraria, estaba repleta; no quedaba ningún asiento libre. A pesar de haber sido un anciano divorciado algo cascarrabias, había hecho muchos amigos a lo largo de su larga vida. Prediqué desde el corazón, con delicadeza; hablé del Jesús en el que Richard quería creer.

Compartir el evangelio es una práctica que encarnamos durante toda la vida.

Tiempo después, al reflexionar sobre aquella experiencia, me di cuenta de que había dado la campaña evangelística más barata y a la vez más “exitosa” de toda mi vida. Allí no había ninguna persona adventista aparte de mi familia, y la mayor parte de los asistentes ni siquiera eran cristianos. Al final, muchos se me acercaron para contarme cómo les había impactado el mensaje, y algunos de ellos incluso visitaron mi iglesia de vez en cuando.

Compartir el evangelio es una práctica que encarnamos durante toda la vida. No se trata de tan solo predicar, de hablar de ideas o de enunciados. Predicar es bueno, pero si no encarnamos el evangelio, si no lo vivimos en nuestra propia piel, no seremos capaces de comunicarlo de forma plena.

Es por eso que Juan 3:16 no dice que cuando Dios amó al mundo, envió un folleto o un sermón de YouTube; Dios envió a Su Hijo, completamente encarnado, hecho carne y hueso. Esa es la razón por la cual Juan explica que Jesús “se hizo hombre” (NTV) y “se mudó a nuestro vecindario”, según la traducción The Message en inglés.

Sería imposible para nosotros entender por completo a Dios si no nos lo hubiésemos encontrado en carne y hueso. Y Dios no habría podido salvarnos con tan solo predicarnos; para nuestra salvaciónera necesaria una acción encarnada: la muerte de Jesús.

Debemos ser personas que no solo compartan la “verdad” verbalmente a través de la proclamación evangelística; debemos vivir esa verdad si queremos que la gente conozca plenamente el amor de Dios.

Shawn Brace

Shawn Brace está casado con Camille y tiene tres hijos, Camden, Acadia y Winslow. Es pastor en Maine y editor de la revista New England Pastor. Le encanta viajar, pero su lugar favorito es New England, sobre todo por sus paisajes impresionantes. Puedes encontrarlo en su blog aquí.